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Aurora: momentos especiales acompañados de sofás especiales

Aurora cogió el teléfono como pudo, estaba entrando en casa, con los guantes puestos, lo sujetó con el cuello, soltó el bolso sobre el sofá, dejó caer de sus hombros el pesado abrigo que resbaló hasta el suelo, y con los ojos como platos, escuchaba desencajada algo que le estaban diciendo al otro lado del teléfono, mientras se quitaba los guantes de lana, que también cayeron al lado del bolso, sobre el sofá.


Por su cara totalmente paralizada, no se sabría muy bien si las noticias eran muy malas o muy buenas, podrían ser ambas.


Comenzó a balbucear palabras inconexas mientras daba vueltas por la habitación. - Si....si,  ¿estás...segura? Pero...pero... Ahora lo miro.


Se sentó en el borde del sofá, y le dio la vuelta al bolso, vaciándolo completamente y esparciendo todo el contenido en busca de su cartera. Con una sola mano, la abrió y sacó lo que parecía un recibo. Salto de un blinco y grito: ¡Está, está! Aquí está.  No me lo puedo creer, ¡me va a dar algo! Te cuelgo, no puedo hablar.


Agarró aquel papel y lo apretó contra su pecho, perdió las fuerzas y se dejó caer a peso muerto sobre el sofá. Apenas sin respiración, comenzó a llorar, mirando a su alrededor, como si buscara un punto de credulidad, una imagen física de su alrededor que le afirmara que no estaba soñando.


Jamás olvidaría ese preciso instante de su vida, que quedaría grabado en su memoria consciente e inconsciente, como una instantánea a color de su vida.  Y jamás se deshizo de aquel sofá rojo, el cual, al cabo de los años, termino en el pequeño gabinete donde ella leía. En recuerdo de aquel día, de ese momento espacio-tiempo, donde le cambio la vida.

El día que le tocó la lotería.